Cierto día en mi camino ví a un círculo de personas orando, eran mamás con sus niñas vestidas para modelar en un programa de TV, sus vestidos eran blancos como sus almas y sus peinados tan lindos como los de una verdadera modelo internacional; yo me disponía a seguir mi camino, pero al escuchar la voz del orador, por cierto, un buen amigo mío, no pude evitar el detenerme y unirme a la oración.
Confieso que en ese momento no presté atención a lo que mi amigo decía ya que mis sentidos se enfocaron en ese hermoso sentimiento que solo te da la presecencia de Dios. Es una emoción tan indescriptible que hace que se rompa el corazón y la felicidad te inunde el alma a punto de soltar las lágrimas.
En ese momento se cumplía una vez más eso que nos dijo y prometió Jesús:
Mateo 18:20
20 Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Es Dios quien se reune con nosotros cada que hacemos oración, ya sea en grupo o a solas, el llamado es para todos, pero nuestras múltiples ocupaciones nos impiden esucharlo. En este hermoso grupo de niñas con sus madres y mi amigo se vivió la prescencia de Dios, como un llamado para todos los que estabamos ahí y para los que pasaron en ese momento, lamentablemente no todos lo escucharon.
Dios nos invita a la oración todos los días, a cualquier hora; el sentir su prescencia es lo más maravilloso que puedes vivir. Solo se puede vivir si prestamos atención a su llamado.
"vuelve a casa, vuelve al hogar"
Reflexiones para Vivir en Paz
